Cuando la curiosidad choca con la realidad

 


Cuando recibí mi diagnóstico me invadió una inmensa curiosidad, quería saberlo todo y me sumergí en internet, devoré artículos científicos de los cuales debo reconocer que no entendí absolutamente nada, además de foros de discusión y testimonios.  Con cada Clic me metía más y más en un laberinto de  información sobre síntomas, pronósticos y tratamientos.

¿Acaso la explicación de los médicos no fue lo suficientemente clara? Pues si lo fue, pero ésto ocurríó en el lapso de tiempo  entre que recibí el resultado de mis estudios y la cita programada con mi neuróloga. Tuve la loca idea de que cuanto más supiera, mejor preparada estaría para enfrentar lo que podía venir.  La realidad es que me equivoqué, porque toda esa información se transformó en una carga imposible de soportar,  Pasaba horas frente a la pantalla y noches sin dormir, terminé con ataques de ansiedad, mi cabeza no se detenía.

Descubrí de la peor manera que la curiosidad es una herramienta poderosa pero a la vez contraproducente, estaba haciendo más daño que bien, entendí que hay una línea muy delgada entre informarse y obsesionarse con un exceso de conocimiento que en ese momento no podía procesar.

Todo esto me enseñó una lección invaluable, la importancia de dosificar la información y de confiar en los profesionales. Aprendí a equilibrar mi deseo de saber, con la necesidad de cuidar mi salud emocional pues no se trata de ignorar la realidad sino de abordarla de una manera mas sana y constructiva.

Hoy mi curiosidad sigue ahí, no por desconfianza hacia los profesionales sino para saber más, pero ahora es mas madura, controlada y selectiva, con un propósito o fin determinados, me permito aprender sin perderme en la angustia.

Si estás pasando por un  proceso similar, te invito a reflexionar: ¿Estás usando tu curiosidad para emponderarte o para agobiarte?

Déjame tu respuesta, te leo en los comentarios.

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