Cuando la malicia sin límites ataca


 Escribo este artículo con un profundo enojo ante la siguiente situación: 

Laboralmente me encuentro en una posición de liderazgo y excelencia profesional, de hecho tuve que capacitarme, y perfeccionarme para llegar dónde estoy, sin embargo soy blanco de agresiones pues se trata de una persona que quiere mi puesto. Este sujeto tiene un prejuicio, me tilda de débil dada mi condición e intenta a toda costa que yo sea removida de mi cargo lo cual es una injusticia inaceptable.


El prejuicio social, el abuso mental y la farsa de la empatía 

Soy una profesional, formadora docente y directora de una comisión capacitadora. Mi valía se basa en mi trayectoria demostrada. Mi condición neurológica forma parte de mi vida pero no me define. Desde que dicha condición dejó de ser privada, he sido VÍCTIMA de una OBSCENIDAD SOCIAL que se despliega en las esferas, supuestamente, mas educadas y respetables.
La falsa creencia, tan primitiva de que la discapacidad equivale a debilidad es una invitación al ataque y al desprecio.
¿Cómo es posible que en un entorno dedicado a la educación y formación de personas algunos individuos se sientan legitimados para emprender una campaña de acoso? La respuesta es brutalmente simple: porque el prejuicio social les ha entregado una licencia moral. Lo que estoy viviendo va más allá de un conflicto laboral, es un abuso mental ejercido por personas incapaces de competir con mi trabajo y liderazgo utilizando mi condición de salud como arma de desgaste. No pueden vencerme en argumentos o proyectos entonces intentan minar mi moral y quebrar mi espíritu. 
Esto es una bajeza, es la manifestación más cobarde de la inseguridad humana, percibiéndome erróneamente como un blanco fácil. 
La sociedad se jacta de ser inclusiva pero en realidad algunos somos percibidos como inferiores. 
Cuando una persona con discapacidad demuestra ser altamente competente, es ahí donde el prejuicio se transforma en agresión con un único objetivo, agotar a su superior para que renuncie. Si permitimos que el acoso basado en el prejuicio triunfe le estamos diciendo a las personas con discapacidad, tu esfuerzo no vale, si no eres un modelo de fuerza preestablecida mereces ser atacado y humillado.
¿Que clase de sociedad estamos construyendo?
Mi respuesta y descargo hacia esa persona fue tan brutal como inesperada. 
Yo trabajo, lidero y lucho y mi condición no es un defecto, es mi fortaleza.
Y lo peor de todo es que estas personas son supuestos lideres internacionales encargadas de formar a las futuras generaciones y es la radiografía de una sociedad que, EN SU HIPOCRESÍA, teme y ataca todo aquello que no se ajusta a su norma.
Con este articulo no busco compasión sino responsabilidad.
Mi cuerpo puede tener sus desafíos pero mi determinación y voluntad aterran a los cobardes.

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